LA GARANTÍA DE PENSIÓN MÍNIMA: UN SALVAVIDAS SOLIDARIO QUE DEBEMOS CUIDAR



Por Hugo Lascarro Polo

Abogado especialista en Derecho Laboral y Seguridad Social. Creador de contenido educativo jurídico en redes sociales.

En Colombia, hablar de pensiones suele generar dudas y temores. Uno de los temas menos comprendidos —pero más importantes— es la garantía de pensión mínima en el Régimen de Ahorro Individual con Solidaridad (RAIS).

Desde la Ley 100 de 1993, el Estado asumió el compromiso de que, si una persona llega a la edad de pensión (57 años las mujeres y 62 los hombres) con al menos 1.150 semanas cotizadas, pero sin el capital suficiente para financiar una pensión de vejez, el Gobierno completará los recursos para garantizarle una mesada de salario mínimo.

Esto no es un “premio”, es un acto de solidaridad social: el sistema reconoce el esfuerzo de quienes cotizaron de manera constante, pero que por razones de mercado, informalidad o salarios bajos no lograron reunir el capital necesario.

La Ley 797 de 2003 fortaleció esa idea: una parte de los aportes que hacemos quienes estamos en el RAIS se destina a un fondo que sirve para completar el dinero de quienes necesitan ese empujón final.


En otras palabras, todos contribuimos para que nadie que haya cumplido con las semanas mínimas quede desprotegido en su vejez.

Es importante entender que esta garantía es, en efecto, un subsidio estatal, y como tal exige requisitos claros y verificables.


No basta con llegar a la edad; hay que demostrar las 1.150 semanas cotizadas y cumplir los demás criterios. La Nación solo pone el dinero que falte para que la pensión llegue al salario mínimo.

La garantía de pensión mínima es una muestra real de que la solidaridad sí puede funcionar dentro del sistema de capitalización individual. Pero también nos recuerda que no se trata de un cheque en blanco: su existencia depende de la buena administración de los fondos y del cumplimiento estricto de las reglas.

Cuidar esta figura significa proteger a millones de trabajadores que, aun cotizando disciplinadamente, no logran un ahorro suficiente. En un país con tanta informalidad, esta garantía es, literalmente, un salvavidas que no podemos permitirnos perder.

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